ESPIRITUALIDAD ACUARIANA


Se arguye que la Evolución Universal, o, de otro modo, el desarrollo gradual de las especies en todos los reinos de la naturaleza, obra por medio de leyes uniformes. Esto se admite, y la ley se impone mucho más estrictamente en la Ciencia Esotérica que en la Moderna. Pero también se nos dice que es ello igualmente una ley que: " Opera el desenvolvimiento desde lo menos perfecto a lo más perfecto, y desde lo sencillo a el más complicado, por cambios incesantes, pequeños en sí, pero que se acumulan constantemente en la dirección requerida."... La Ciencia Esotérica está de acuerdo con esto, pero añade que esta ley se aplica solamente a lo que ella conoce como Creación Primaria – la evolución del mundo partiendo de los Átomos Primordiales, y del ÁTOMO preprimordial, en la primera diferenciación de los primeros; y que durante el período de la evolución cíclica en el Espacio y en el Tiempo, esta ley está limitada y opera solamente en los reinos inferiores.... Como enseña muy justamente la filosofía hindú, el “Aniyâmsam Aniyasâm” solo puede ser conocido por falsas nociones. Los “Muchos” han procedido del UNO – los gérmenes vivos espirituales o centros de fuerzas – cada uno en una forma septenaria, que genera primeramente, y da luego el IMPULSO PRIMORDIAL a la ley de evolución y de desenvolvimiento lento gradual.

La Doctrina Secreta, ii 731-732

 Desde el punto de vista impersonal del Karma colectivo y de la evolución cíclica, la Naturaleza no soporta a los necios de forma poco amable, sino con compasión. La Naturaleza no va a consentir ni a avalar indefinidamente la locura humana, ya que, como observó Cicerón, el tiempo destruye las especulaciones del hombre mientras confirma el juicio de la Naturaleza. A través de las oportunidades cíclicas, la Naturaleza ofrece a los individuos innumerables ocasiones para aclarar y purificar la percepción y la intención. Para que el juicio y el diseño humanos tengan una influencia adecuada en la Naturaleza, deben tener como eje estable una comprensión intuitiva de la ley. En el nivel más fundamental, tanto el juicio humano como la ley natural se encuentran en un terreno común, una única fuente trascendental del Ser. Es solamente mediante el rechazo a todos los dualismos -medievales o modernos-, así como al negarse a absolutizar las polaridades, que los proyectos de los hombres y las diferenciaciones de la Naturaleza pueden ser llevados a una armonía autoconsciente. En la Gupta Vidya no hay división entre el objetivo del autoconocimiento (Atma Vidya) y el ideal práctico de ayudar a la Naturaleza y colaborar con ella (Ahimsa Yagna). Para la voluntad perfeccionada del yogui del Círculo del tiempo (Kalachakra), la Naturaleza es aliada, discípula y servidora. Al comprender plenamente que el hombre es la llave de la cerradura de la Naturaleza, el sabio yogui no encuentra ninguna tensión intrínseca entre la obediencia al juicio de la Naturaleza en el Tiempo y la obediencia a Shiva, el buen jardinero de la Naturaleza en la Eternidad.

 Esta fusión filosófica de ciencia y religión, de vidya y dharma, es esencial para la estructura de la civilización acuariana del futuro y está consagrada en el axioma de que no hay religión más elevada que la Verdad. De acuerdo con este programa evolutivo, y en sintonía con la vibración avatárica de la era, la fraternidad de Bodhisattvas ha buscado activamente disipar la dicotomía engañosa entre ciencia y religión. Krishna transmitió la hermosa síntesis de jnana y bhakti en su clásico retrato del sabio sensato en el Bhagavad Gita. Los maestros espirituales han advertido repetidamente contra los efectos degradantes de la codicia ahankárica y el miedo atávico para el principio mental, los cuales actúan a través del materialismo y la superstición. Desde el punto de vista terapéutico de los antiguos Rishis, el confuso torbellino del siglo XX no debe ser visto como una tensión creativa entre dos culturas viables: una, religiosa y tradicional, y, la otra, moderna y científica. Más bien debe verse como el choque ignorante y esquizofrénico de dos inversiones, en gran medida moribundas, de la cultura auténtica. Ni la religión laica, con su cruda demonolatría y su salvacionismo egoísta; ni la ciencia materialista, con su cobarde conformismo y su hedonismo servil; y, menos aún, las recriminaciones y denuncias mutuas de la una a la otra pueden ofrecer a los seres humanos una base segura de realización y crecimiento. Del mismo modo que dos errores no hacen un acierto, ningún compuesto de estas costosas inversiones puede rectificar el malestar de la civilización moderna. Ni la lucha, ni la huida, ni la alianza impía pueden corregir las deficiencias de dos esquemas de pensamiento en decadencia que hacen poca justicia al hombre o a la Naturaleza.

 Con el fin de participar libremente en las tendencias regenerativas -no destructivas- de la Era de Acuario, hay que reconocer que la verdadera religión y la ciencia no necesitan ser rescatadas del caos contemporáneo por cruzados mesiánicos. Por el contrario, los individuos creativos deben aprender a cultivar el coraje moral y la fría magnanimidad para poder sondear las profundidades de la ciencia pura y la verdadera religión dentro de sí mismos. Esto no puede hacerse sin asumir cierto grado de responsabilidad por las intensas precipitaciones kármicas durante el presente período de transición rápida. Sin una confianza en sí mismo, basada en una integridad inviolable, el individuo desconcertado será lamentablemente presa del contagio de los diagnósticos desesperados, las efusiones santurronas y las racionalizaciones evasivas ofrecidas por los autodenominados expertos y críticos, por igual. Ninguna presunción superficial, cínica o complaciente puede sustituir el discernimiento mental y la fuerza espiritual que se requiere de los caminantes en la Era de Acuario. En lugar de sentarse a juzgar ociosamente la historia contemporánea y la humanidad, los individuos sabios tratarán de insertarse en el tremendo replanteamiento iniciado por los pioneros dispersos respecto al fundamento esencial del hombre y la Naturaleza, y la relación vital entre ellos. Si a través de la seriedad, la sencillez y la dianoia uno puede revisar radicalmente su concepción de la Naturaleza y el hombre, entonces puede ayudar poderosamente a esa revolución silenciosa y a esa curación sutil que se está produciendo hoy en día, tras el desorden de los eslóganes en competencia y los acontecimientos caóticos.

 A medida que los individuos reconozcan cada vez más que las faltas que los aquejan están en ellos mismos, y no en las estrellas, discernirán progresivamente el diseño acuariano entretejido en los cielos. A través de la religión de la renuncia al yo personal y de la ciencia de la correlación búdica, se puede iniciar el difícil ascenso en la conciencia hacia la comprensión de los misterios del cielo y de la tierra.

 Como es arriba, es abajo. Los fenómenos siderales y la conducta de los cuerpos celestes en los Cielos fueron tomados como modelo, y el plan fue ejecutado abajo, sobre la Tierra. Por esto el Espacio, en su sentido abstracto, fue llamado el “reino del conocimiento Divino”; y por los caldeos o Iniciados Ab Soo, la morada… del conocimiento, porque en el Espacio es donde moran los Poderes inteligentes que de un modo invisible gobiernan el Universo.

La Doctrina Secreta, ii 502

 Las concepciones del espacio han variado significativamente a lo largo de los siglos, lo que depende, en gran medida, de las concepciones asociadas del tiempo, la materia y la energía. La concepción arcana del espacio como un vacío infinito y un plenum invisible, dotado de inteligencia, ofrece un profundo desafío no solo a la ciencia post-einsteiniana, sino también a la religión post-gandhiana;exige una visión totalmente nueva de la causalidad y la conciencia, de la actividad y el tiempo. Desde el punto de vista de la física contemporánea, cualquier objeto, incluida la forma humana, es un espacio casi totalmente vacío, desprovisto de cualquier cosa que pueda considerarse materia. Incluso sin estudiar la física de las partículas, las personas perspicaces están preparadas para aceptar que, si pudieran visualizar lo que mostraría una radiografía, descubrirían que solo una cuatrillonésima parte de cualquier objeto está constituida por unas pocas partículas y que todo el resto es espacio aparentemente vacío. Del mismo modo, si pudieran visualizar lo que revelan varios detectores que operan sobre el espectro visible e invisible, encontrarían que cada punto del espacio es la intersección de una miríada de campos vibratorios de energía. Asimismo, si uno estuviera preparado para penetrar bajo la superficie de los hábitos e instituciones personales y colectivas, a través del poder de discernimiento de la conciencia disciplinada y la intuición despierta, encontraría un conjunto de individuos monádicos suspendidos como estrellas en el vacío ilimitado de lo inmanifestado.

 Para el corazón resonante, este inmenso vacío se revelaría como vivo en cada punto con la vibración del Gran Aliento en sus complejas diferenciaciones rítmicas. A través de tal reflexión, uno puede reconocer que la aparente solidez de las cosas es mayávica. Sus superficies y contornos, tal como aparecen a los sentidos físicos y a la percepción de la psique, son enormemente engañosos y extrañamente confinados. Si se utiliza el ojo de la mente, uno puede llegar a ver que lo que está aparentemente lleno es vacío y que lo que está aparentemente vacío está extremadamente lleno de Atma-Buddhi-Manas o aspectos noumenales de átomos invisibles.

 El término átomo, en sí mismo, transmite una amplia gama de significados en la filosofía antigua, incluida la connotación que se ha grabado de forma indeleble en la conciencia del siglo XX. La raíz griega del término átomo significa, literalmente, indescifrable, indivisible o individual y corresponde al término sánscrito anu. En su sentido más metafísico, anu es el Aniyamsam Aniyasam, lo más pequeño de lo pequeño -que es también lo más grande de lo grande-, equivalente al ESPACIO e indicador del Parabrahm. En otro sentido, anu es el Movimiento absoluto o vibración eterna del Gran Aliento diferenciado en el ÁTOMO manifestado primordial, que equivale a Brahma. Ni en los estados pregenéticos ni en los primigenios, anu está sujeto a la multiplicación o a la división. La primera pluralidad de átomos surgió con la diferenciación prístina de las siete energías Dhyani en la creación Mahatattwa que, a su vez, fue seguida por otras jerarquías de átomos en las dos creaciones sucesivas. El significado del término átomo, que se aplica a las tres primeras creaciones, se refiere a las realidades espirituales y sin forma, lo que incluye el uso del término para designar las mónadas Atma-Búdicas. A partir de la cuarta creación, o mukhya, a veces llamada creación primaria -porque es la primera de una serie de cuatro creaciones relacionadas con la forma material-, el término átomo tiene una nueva serie de significados relativos a los centros germinales de los reinos elemental, mineral, vegetal y animal. El término átomo, utilizado en el sentido físico habitual, se aplica al grado extremo de diferenciación de esta serie. Así como los infinitos puntos de los espacios diferenciados son inseparables del Punto Único, que es la suma total indivisible del Espacio ilimitado, los átomos vivientes de cada plano son indivisibles de anu (la VIDA ÚNICA) y todos resuenan con la vibración ardiente de su movimiento eterno.

 Para comprender el significado noético de la existencia de los átomos, resulta útil comparar el átomo con la molécula. El término molécula significa, literalmente, "lo que es ponderable o masivo", y se refiere en química a la unidad más pequeña de una sustancia que presenta propiedades químicas fijas. Normalmente, las moléculas son entidades compuestas complejas que se producen y alteran mediante procesos de acción y reacción. Desde el punto de vista de la metaquímica, las energías atómicas derivan de la unidad indivisible de la Vida Única, mientras que las acciones moleculares provienen de la interacción de emanaciones vitales aunque secundarias. Los mismos hechos, vistos desde el punto de vista de la metapsicología, conducen a la distinción entre la acción noética de Buddhi-Manas -que se nutre de la luz del Atman único e indivisible-, y la acción psíquica del Manas inferior -que está inherentemente restringida por las polaridades del principio kama a efectos residuales sobre las vestiduras mortales compuestas-. En esencia, la diferencia entre los átomos y las moléculas, entre la acción noética y la psíquica es la diferencia entre ver desde dentro y ver solo desde fuera. Por lo tanto, la gente suele acercarse más al núcleo de las cosas cuando cierra sus órganos sensoriales, que es donde comienzan la concentración y la meditación.

 Al aislarse, cerrar los ojos, cerrar la boca, tapar los oídos, apagar el tumulto del caleidoscopio mayávico del mundo fenoménico, uno puede acercarse a su interior y entrar en lo que inicialmente parece una oscuridad caótica. Si se persiste, uno se familiariza con lo que puede llamarse la fotósfera que rodea a todo ser humano, el campo de energías de luz que opera por debajo del mundo visible de la forma. A medida que uno se vuelve más sensible a estas energías internas, puede empezar a comprender que existen vastas series de poderes inteligentes que gobiernan invisiblemente el universo. Lo que la gente llama, ordinariamente, inteligencia es solo el aspecto más superficial y limitado de una única inteligencia distribuida, que trabaja a través de jerarquías cósmicas y que se origina en una fuente trascendental común.

 Algo de la potencia sagrada y del poder diseñador de la inteligencia divina era ampliamente conocido por la gente en el siglo XIX, aunque de forma distorsionada debido a las inversiones de la religión sectaria. Dado que la naturaleza impersonal de esa inteligencia solo puede ser comprendida a través de las facultades noéticas consustanciales a esa inteligencia, no es de extrañar que H.P. Blavatsky tuviera tanto cuidado en proporcionar relatos de cosmogénesis y antropogénesis libres de cualquier mancha de la noción de un creador antropomórfico. También es significativo, debido a la naturaleza trascendental y arupa de la inteligencia dentro de la evolución cíclica, que ella repudiara tan firmemente la concepción materialista de una evolución ciega e impulsada por la química. Lo que quizás no estaba tan claro en el siglo XIX era su profunda razón para señalar la distinción esencial entre el carácter atómico y molecular de la acción noética y psíquica.

 La humanidad se encuentra ahora en un momento privilegiado; gran parte de lo que está ocurriendo en las ciencias recuerda a lo que antes se llamaba sabiduría hermética. Si uno lee cualquier libro de primera calidad sobre las fronteras de la ciencia, se encuentra a veces con el umbral de la Gupta Vidya. Como profetizó H.P. Blavatsky, la física y la química han comenzado a penetrar en el reino de las vibraciones atómicas que subyacen al diseño físico burdo de los objetos, y han revelado parcialmente la compleja matriz de diferenciaciones del ÁTOMO, tal como se aplican a los planos más bajos. Aunque estas ciencias aún no se han acercado al ÁTOMO metafísicamente indivisible, han demostrado claramente que toda estructura física es el derivado superficial de diferenciaciones más fundamentales. Si bien gran parte de la elaboración sistemática de estos conocimientos científicos ha tenido lugar desde el comienzo de la Era de Acuario en 1902, los movimientos críticos ya se realizaron entre 1895 y 1902, cuando se produjo una intersección crucial de ciclos que implicaba el cierre de los primeros cinco mil años de Kali Yuga y el ciclo de seiscientos años inaugurado por Tsong-Kha-Pa, así como la transición zodiacal.

 Hacia finales del siglo XIX, la química y la física se encontraron con innumerables callejones sin salida. Sobre la base de la hipótesis de Dalton de las unidades de tipo químico distinguibles por su peso, llamadas átomos (1803), y de la hipótesis de Avogadro de que los volúmenes estándar de gases de diferentes compuestos contienen igual número de moléculas (1811), la química se dedicó a completar la tabla periódica de los elementos propuesta por Mendeleev (1869). Después de dominar las artes de la balística y de la construcción de puentes, la física se ocupó de la elaboración práctica del descubrimiento de Oersted sobre la relación entre la electricidad y el magnetismo (1819), y de su elegante formulación matemática en la teoría del campo electromagnético de las ondas luminosas desarrollada por Maxwell (1861). A finales de siglo, un célebre conferenciante llegó a asegurar a la Asociación Británica que la física era un campo cerrado y concluido, y que los jóvenes debían ir a otra parte para encontrar carreras estimulantes.

 Todo esto cambió bruscamente en 1895, cuando Roentgen descubrió un tipo de energía radiante totalmente inexplicable: los enigmáticos rayos X. En 1896, Becquerel logró localizar este fuego interno de la materia en la sustancia uranio, que entonces se denominó radioactiva. Después de algunas investigaciones de Crookes, Thomson descubrió, en 1897, el electrón, la carga unitaria de la electricidad, una auténtica entidad fática en el plano físico. En 1898, el mismo año en que los Curie descubrieron la existencia y la radioactividad del radio, Rutherford pudo identificar dos de los mensajeros fáticos de la radioactividad: las partículas alfa y las partículas beta, que resultaron ser idénticas a los electrones de Thomson. En 1899, los Curie hicieron el fatal descubrimiento de que la radiactividad podía ser inducida artificialmente. En una línea de pensamiento muy diferente, Planck propuso en 1900 que todo cambio físico se produce a través de unidades discretas o cuantos de acción. En 1902, Rutherford y Soddy desarrollaron la hipótesis alquímica moderna de que la radioactividad era tanto el resultado como la causa de la transmutación de átomos de un elemento químico a otro.

 A partir de estos descubrimientos y conocimientos críticos, todo el aspecto de las ciencias se ha transformado en las primeras décadas de la Era de Acuario y los nuevos alquimistas han tenido más que un pequeño impacto en la sociedad. En 1905, un desconocido empleado de patentes suizo escribió una serie de artículos que sintetizaban los descubrimientos de la época con una amplitud, claridad y fuerza tan notables que su nombre se ha convertido prácticamente en sinónimo de la era atómica. En doce meses, Albert Einstein demostró varias proposiciones revolucionarias.

 En primer lugar, demostró que todas las radiaciones electromagnéticas (incluida la luz) estaban compuestas por paquetes o cuantos de energía, fotones, con lo que resolvió el debate del siglo XIX entre ondas y partículas acerca de la naturaleza de la luz. Esta propuesta corresponde al principio de que Buddhi, la luz del Atman, es a la vez continua en relación con el movimiento eterno del Gran Aliento y discontinua en relación con el campo mayávico de las emanaciones monádicas vibratorias.

 En segundo lugar, mostró que la energía física y la masa son mutuamente equivalentes e intercambiables, a través de una matriz paramétrica definida por la velocidad de la luz física. Esto corresponde al axioma oculto de que el espíritu y la materia constituyen una doble corriente que parte del centro neutro del Ser como Daiviprakriti, la Luz del Logos.

 En tercer lugar, demostró que todas las mediciones físicas de la distancia, la velocidad y el tiempo -realizadas por observadores que se mueven unos respecto a otros- se transforman a través de una matriz de conversión paramétrica definida por la velocidad de la luz física, al pasar del marco de referencia de un observador al de otro. Esta propuesta -que puso fin a la búsqueda de un crudo éter material, al unir la luz a los fundamentos métricos de todos los fenómenos físicos- tiene su correspondencia oculta en la unidad triádica del espacio, el movimiento y la duración pre-cósmicos en el plano del Aether-Akasha, que se refleja en todas las relaciones y fenómenos de los planos inferiores.

 En cuarto lugar, demostró la equivalencia del movimiento browniano de las pequeñas partículas observado durante mucho tiempo, con un conjunto de leyes estadísticas del movimiento de las moléculas y los átomos que derivó de la termodinámica. Con esto desarrolló la base de la primera confirmación empírica de la existencia física de los átomos y las moléculas. Esta propuesta, que pone fin a la carrera decimonónica de los átomos y las moléculas como meras abstracciones racionalistas entificadas, tiene correspondencias ocultas con los principios del Karma distributivo y colectivo.

 Desde 1905 se ha producido una auténtica explosión en las ciencias, ya que se han explorado las sucesivas dimensiones y órdenes de la naturaleza microcósmica y macrocósmica. En 1911, Rutherford descubrió la estructura nuclear de los átomos físicos; en 1913, Bohr propuso la teoría cuántica que rige dicha estructura y, en 1913 y 1914, respectivamente, Soddy y Moseley reescribieron la tabla periódica de los elementos en términos de la teoría atómica moderna, lo que resucitó todo el campo de la química. En 1915, el propio Einstein propuso una síntesis teórica del espacio, la duración, el movimiento y la fuerza, aún controvertida y solo parcialmente elaborada o confirmada. Esta línea de investigación, si se perfecciona, correspondería a la correlación oculta de las diferenciaciones del Fohat al dispersar los átomos en el plano del Aether-Akasha. En 1927, Heisenberg formuló el principio de incertidumbre relativo a los límites de observación de la ubicación y el movimiento, un principio que está obligando progresivamente a los científicos a incluir la conciencia en sus teorías de la naturaleza física atómica y subatómica. En 1953, los trabajos de muchos bioquímicos culminaron con la obra de Crick y Watson, que reveló la doble hélice del ADN, con lo que se unió la teoría atómica y molecular al diseño de las formas vivas.

 Aunque el amanecer de la Era de Acuario está todavía lejos de ser testigo de la aparición de una teoría científica completa que integre la Vida Única y el ÁTOMO primordial con una miríada de vidas y átomos en siete planos, ciertamente ha renunciado a las concepciones rígidas y compartimentadas de la última Era de Piscis. La gente es ahora mucho más consciente de que el universo invisible es un universo extremadamente inteligente; alguien bien formado en la ciencia contemporánea es mucho más consciente de lo espiritual que aquellos atrapados en la religión sectaria. Los sectarios suelen ser débiles en la teoría debido a sus débiles voluntades en la práctica, y a menudo se limitan a buscar excusas. Pero, los que reflexionan profundamente sobre el cosmos con la ayuda de la física, la biología y la química, y que muestran cierta imaginación filosófica o metafísica, pueden acomodar fácilmente la idea de que detrás del término esloganístico vibraciones hay un conocimiento exacto regido por leyes precisas.

 Dado este punto de vista holístico, ¿cuál es la conexión necesaria entre la dirección de estas fuerzas y esa verdadera obediencia a la naturaleza prevista por la Gupta Vidya? Esta pregunta se volvió ominosa y aguda para la sociedad humana el 22 de enero de 1939, porque ese día el átomo de uranio fue dividido por Hahn y Strassman. Resulta significativo que ese mismo día, en 1561, naciera Francis Bacon, uno de los precursores de la ciencia moderna.

 La idea vital de Bacon de que "el conocimiento es poder" hacía eco de la antigua visión oriental de que el conocimiento puede liberar a los hombres. Esta perspectiva hizo posible la enorme aventura de la ciencia moderna y la correlativa difusión de la educación universal. Antes de Bacon, a pesar de las afirmaciones renacentistas sobre la dignidad del hombre, pocas personas sabían leer o escribir. Incluso La Biblia era un libro cerrado para los seres humanos que carecían de un conocimiento suficiente de la lengua para apreciar los textos religiosos. En la época isabelina, a finales del siglo XVI, la gente tenía que buscar el aprendizaje en la naturaleza; de ahí la afirmación de Shakespeare de que hay "libros en los arroyos que corren, sermones en las piedras", y de ahí también su referencia al "libro y volumen de mi cerebro". Al igual que el Renacimiento, Shakespeare reconoció la antigua concepción pitagórica y hermética del hombre como un microcosmos del macrocosmos. Si se estudia el mundo isabelino, sobre todo en el apasionante libro de E.M. Tillyard, se encuentra una extraordinaria colección de pitagóricos reencarnados que habitan y regeneran una sociedad en la que lo más natural era recurrir a las muchas y grandes metáforas del sabio mahatmánico de Samos.

 Troilo y Crésida, en uno de los pasajes más inspirados que Shakespeare haya escrito jamás, retrata la concepción pitagórica de las jerarquías cósmicas y su continua relevancia para la sociedad humana. Cuando habla del grado y la ubicación precisos de cada cosa en la Naturaleza, Ulises afirma que cada cosa tiene una función que está en relación con lo que está por encima de ella, lo que está más allá, lo que está por debajo y lo que está al lado.

La bóveda celeste, los planetas,
Y aun este centro, guardan jerarquías,
Prioridad, paso, proporción, constancia,
Sitio, función y forma, y todo en orden,
Y el glorioso planeta, Sol, por eso,
En su eminente esfera entronizado,
Entre los otros luce, y el influjo
Adverso del planeta desastroso,
Corrige con su vista bienhechora;
Y, como rey, sus órdenes envía,
Sin estorbo, al benéfico o siniestro.
Mas cuando los planetas, en desorden,
Entremezclados giran, ¡cuántas plagas,
Cuántas monstruosidades, rebeldías,
Borrascas en el mar y terremotos,
Y huracanadas ráfagas y espantos,
Y mudanzas y horrores infinitos,
Dividen, y quebrantan, y destrozan,
Y arrancan de raíz y de su centro
La unión y la amistad de los Estados!
¡Oh! Si la disciplina se perturba,
Que de altos diseños es la sola escala,
Caduca toda empresa. ¿Cómo pueden
Comunidades, hermandades, grados,
El comercio entre dos playas opuestas,
La primogenitura y sus derechos,
Las preeminencias de la edad, coronas
Y cetros y laureles mantenerse<
Cuando no se respetan jerarquías?

Troilo y Crésida Act I, Scene iii

 Fue también la época de los grandes aventureros marítimos de Europa, con el rico recuerdo de los fascinantes relatos de Marco Polo sobre las costumbres y culturas imperantes en diferentes partes del mundo oriental. Fue realmente un periodo de gran entusiasmo y curiosidad por las culturas de la humanidad, el vasto potencial desconocido y el misterio de la propia Naturaleza. En el siglo XVII, las tradiciones alquímicas y rosacruces del misticismo y la magia habían sentado las bases de lo que hoy se denomina tecnología moderna, con sus múltiples implicaciones en los ámbitos social, económico y político.

 Los principales científicos del siglo XIX mostraron un gran interés por los patrones de la naturaleza y por las conexiones entre ellos. Solo a través de las conexiones entre hechos aislados y dispares, y de la percepción de patrones, se pueden desarrollar concepciones sintetizadas del orden natural. Los individuos creativos tienden a pensar en términos de conjuntos, en términos de arreglos integrados y modelados de partes. Este pensamiento holístico es importante para los pintores y los poetas, y espontáneo entre los niños pequeños; pero, también es fundamental para la adquisición de ese conocimiento de la Naturaleza que, según Bacon, equivale al poder. Dado que la capacidad de discernir los patrones de la naturaleza es el requisito previo para alistar sus fuerzas en favor de los designios humanos, hay un componente moral inevitable en toda adquisición y uso del conocimiento. Bacon, un hombre misterioso, lo reconoció cuando dijo: "No podemos mandar a la Naturaleza sino al obedecerla". En efecto, mostró su preocupación por el hecho de que ya existía una cierta presunción con respecto a la Naturaleza que más tarde resultaría sumamente costosa. Los hombres veían la Naturaleza en términos de las concepciones anticuadas de la iglesia cristiana -que se remontaban a Agustín y a Aquino- como algo muerto, inerte y totalmente separado del alma.

 En el siglo XVIII, muchos asociaban la Naturaleza con el caos salvaje y mostraban una preferencia cultural por los híbridos hortícolas, los cultivos en invernadero y los elaborados jardines diseñados por el hombre. Es cierto que puede haber una gran belleza en los jardines, sobre todo en los de diseño chino y japonés, en los que la belleza y la tranquilidad se crean con la más simple disposición de piedras y plantas. Sin embargo, esto no tiene por qué implicar el desprecio de la Naturaleza. Y si en el siglo XVIII la gente llegó a despreciar la Naturaleza porque le asustaban los fantasmas y los duendes que se encontraban en los páramos de Yorkshire, esto no puede excusar la terrible explotación y profanación de la misma en los siglos XIX y XX en pro del industrialismo y la tecnología. Esta es precisamente la arrogancia de Trasímaco, en La República de Platón, criticado por Sócrates por mostrar una inteligencia y un carácter inferiores, un sentido de la proporción ausente y una vanidad en última instancia autodivisiva y autodestructiva. Esta obsesión atlante por la voluntad de dominio invierte por completo los principios de proporción, grado y diseño que rigen la evolución de las vestiduras orgánicas que habitan actualmente los seres humanos.

 Si los seres humanos quieren demostrar que son dignos de la aprehensión y la inteligencia divinas en su interior, deben aprender a diseñar, no solo jardines, sino sociedades y culturas que observen y obedezcan la proporción y el grado divinos. Deben aprender a despertar y aplicar la facultad intuitiva noética a la disposición y reordenación de las comunidades considerando las relaciones de los individuos, no solo entre sí, sino también con el espacio vacío. Al sintetizar su inteligencia búdica despierta con la inteligencia universal de la Vida Única, deben aprender a valorar las insinuaciones de posibilidades infinitas contenidas en los elementos más minúsculos del espacio. Según la concepción pitagórica del éter como una especie de sustancia fluida involucrada en el movimiento vórtico y llena de esferas en forma de burbuja equivalentes a los átomos, deben llegar a ver que las leyes matemáticas que gobiernan la disposición de los átomos en las formas vivientes son la expresión del pensamiento divino que refleja la Armonía inmanifestada o ?ta.

 No es posible percibir un mundo aparentemente opaco de la forma como una manifestación transparente y luminosa de la Vida Única sin despertar la facultad noética. Además, no es posible despertar la facultad noética sin aprender a comandar los elementos de los reinos por debajo del cuarto plano y sin obtener una alegre obediencia a la voluntad divina. Es esta combinación de dominio propio y obediencia propia la que Sócrates caracterizó como sophrosyne, el autogobierno del alma por su elemento superior unido al consentimiento del elemento inferior; es, también, la base de la preparación para el discipulado y la entrada en el camino que conduce a la iniciación. También es equivalente a la concepción gandhiana del swaraj o autogobierno basado en el swadeshi o autosuficiencia, que busca el devoto de satya en sus experimentos con la verdad en nombre del bienestar universal o Lokasangraha.

 Aunque solo sea porque los seres humanos han aprendido que hay suficiente energía física presente en un palillo de dientes para producir veinticinco millones de kilovatios-hora de electricidad, han llegado a un punto en la evolución en el que deben obtener el swaraj mediante experimentos en el uso de la fuerza del alma y el poder moral, si no quieren perder el estado divino de ser verdaderamente humanos. La fuerza del alma de Gandhi equivale a la fuerza noética atómica de Buddhi; y su idea de poder moral equivale a la fuerza psíquica o molecular de prana, percepción moral y energía vital. Gandhi demostró y enseñó la posibilidad de la fuerza noética utilizando la fuerza psíquica en nombre de la hermandad humana y el bienestar universal. A medida que más y más personas llegan a ver que el egoísmo -invariablemente enraizado en la disociación de la energía vital humana de sus orígenes en el Gran Aliento- es inevitablemente suicida, también comienzan a reconocer que solo a través del autocontrol noético puede haber un genuino respeto por sí mismo. Si son perceptivos, reconocerán fácilmente que los peligros y las crisis de la era atómica son una parábola física de una crisis meta-psicológica. A medida que la corriente de la Era de Acuario obliga a la gente a volverse hacia dentro, se está extendiendo la idea de que no es simplemente cambiando el entorno externo, o protestando por lo que hacen otras personas, como se puede conseguir una auténtica mejora en la vida humana colectiva. Como enseñó Gandhi, el peligro de nuestro tiempo surge del abuso, el mal uso y la negligencia de la fuerza del alma. En términos pitagóricos, el grado de evolución y, por lo tanto, la auténtica base del auto-respeto para cada alma se encuentran en la totalidad de sus relaciones intencionales con la totalidad de la Naturaleza, tanto manifiesta como no manifiesta.

 La ciencia de la espiritualidad y la religión de la responsabilidad están arraigadas en la metafísica del universo y, por lo tanto, tienen el apoyo completo de la voluntad y el diseño cósmicos. De ahí que La Voz del Silencio instruya a todos aquellos que quieran asentarse sobre una base segura: "Renuncia a tu vida, si quieres vivir". Sin una renuncia total a lo que hasta ahora se llamaba vivir -que en realidad es ir a la deriva en una especie de ensoñación psíquica- no se puede cultivar la atención y la conciencia espirituales elevadas necesarias para participar adecuadamente en la civilización acuariana del futuro. La Gupta Vidya afirma que es posible para los seres humanos cooperar con el mundo invisible de forma autoconsciente y encontrar significado y dignidad a través de la obediencia a la ley del karma, la obediencia a la voluntad del espíritu, la obediencia al orden divino y la obediencia al Logos en el cosmos y al Dios en el hombre. La prueba de integridad en esta búsqueda interior es la ligereza sin esfuerzo y el control gozoso.

 En las comunidades acuarianas y en los ashrams monásticos seculares del futuro, será posible, por definición, tener tanto el juego libre como el reconocimiento continuo de los patrones y posibilidades evolutivas de la Naturaleza. La emancipación de la tiranía del hábito y la inserción consciente de la voluntad espiritual en la propia vida permitirán a los hombres y mujeres aprovechar plenamente los elementos invisibles dentro del espacio, dentro de sus propias habitaciones, sus cerebros, sus corazones, pero también en toda la plenitud de la naturaleza. A medida que adquieran un sentido de sí mismos como fideicomisarios de un misterioso conjunto de vestiduras vivas compuestas de átomos visibles e invisibles y alimentadas por el generoso regalo de la naturaleza de las aguas vivificantes de la sabiduría, entonces, a través de la gratitud, los individuos se volverán más humanos y más dignos del diseño acuariano de la Civitas Humanum, la Ciudad del Hombre.

por Raghavan Iyer
La Gupta Vidya III